domingo, 25 de septiembre de 2011

RETAZOS DE UNA VIDA II: La ciudad"


RETAZOS DE UNA VIDA II: “La ciudad”

Nadie en la familia podía sospechar lo que la ciudad de Mahón iba a significar en sus vidas.
En principio una situación doméstica muy diferente, una casa confortable que el padre había preparado antes de la llegada de su mujer y sus hijos. Un trato muy especial con sus gentes, personas amables y acogedoras. Una ciudad donde no había inseguridad ciudadana de ningún tipo. Hoy día parece casi increíble que las casas no estuvieran cerradas con llave durante el día, y sólo había un pestillo que se podía abrir desde fuera. Si alguien quería entrar, sólo debía abrir la puerta y desde la propia entrada decir el saludo amable y delicado establecido: simplemente decir “Buenaaass….?” Con ese dejillo isleño y eso significaba que alguien les visitaba, acudían a la entrada y le daban la bienvenida.
Tener la puerta cerrada con llave significaba que no eran personas de buena ley los que allí vivían, así que la familia decidió hacer lo mismo, aunque en honor a la verdad al principio se les hizo muy difícil acomodarse a esta costumbre ya que venían acostumbrados de Madrid, ciudad muy insegura en robos por la situación desesperada de la falta de casi todo que hacía que los ciudadanos, no sólo cerraran sus casas a cal y canto, sino que no se fiaban ni de su propia sombra.
Nuestra protagonista disfrutaba con estas cosas y eso de entrar y decir “Buenaaasss..? le divertía, era feliz con pequeñas cosas como estos detalles agradables.
Otro detalle agradable y divertido era el saludo que cualquier persona que se cruzara por la calle en la noche. Era costumbre saludar con un amable “Bona nit tengui…” (tengan buenas noches), quizás con el mismo dejillo, como señal de personas de bien.
El colegio, las compañeras, las profesoras todos eran gente encantadora y ella se sentía muy relajada y contenta. Su carácter era alegre y la vida en Mahón le fue moldeando su carácter de tal forma que yo diría sentó las bases de una forma de ser que perduraría toda su vida de adulta.
Le agradaba enormemente el hecho de que en las islas se hablaba un idioma diferente, parecido al catalán y que ella a lo largo de los cuatro años que vivieron en Mahón fue aprendiendo de una forma natural y que, a pesar de que en aquellos años estaba absolutamente prohibido hablar otro idioma que no fuera el castellano, los menorquines hablaban su idioma sin el menor reparo, quizás porque al estar en una isla el gobierno no le daba tanta importancia, “eran cosas de unos cuantos”…pensarían. No se reconocía lenguas como tales, los hacía llamar “dialectos”.
El mar…ese gran desconocido para la niña que hasta ahora no lo había visto nunca. Disfrutaba con su mamá en las playas, esas bellísimas calas donde el agua es limpia y pura, lugares recoletos donde podía retozar a gusto. Paseos en barca por el bello puerto natural, le fascinaban esas actividades todo era nuevo para ella.

-Mamá, mamá!!, me han dicho en el colegio que mañana nos vamos de excursión, me tienes que preparar la comida esta noche…
Tortilla de patatas, filete empanado, fruta y algún rosquito que mi mamá preparaba porque ella era golosa y la cantimplora llena de agua fresca era el consabido menú de toda excursión que se preciara.
Alegría, nerviosismo al subir al autobús que llevaría a las niñas al lugar elegido. Risas, charloteos, cantos regionales, canciones infantiles…

“Al Sol le llaman Lorenzo
y a la Luna Catalina.
Cuando Lorenzo se acuesta
Catalina se levanta…”

…y tantas otras canciones tan simples como esta pero que siempre se recordarán como entrañables.

Llegan al lugar elegido. Es un paraje impresionante. Hay como un silencio de eternidades y un momento sublime al contemplar los monumentos megalíticos que tanto proliferan por la isla: La Naveta de Tudons, la Taula de Trepucó o los famosos Talayots que quedaron como testigos de civilizaciones primitivas. A su corta edad era consciente del momento. Nunca había visto nada semejante. Eso si que era un lujo de excursiones, ya nada le impresionaría después de haber visto, jugado y vivido un día alrededor de esos lugares que la isla le regalaba. ¿Dónde iba a volver a tener una experiencia así? Nunca más…nunca más la tuvo. Vería en su vida muchas cosas, podría conocer lugares muy bellos pero poder jugar alrededor de monumentos construidos por hombres primitivos…eso ya no sería posible nunca más.

Una ciudad agradable, un hogar feliz, un colegio acogedor, el mar como elemento de muchas sensaciones nuevas y para colmo de dichas su padre le trajo una perrita muy linda que era como el broche de oro de lo que a sus años entendía lo que era ser feliz. Todo eso hizo que la niña creciera en un ambiente propicio para que nunca en la vida se le pudiera olvidar esa islita bella en medio del Mediterráneo llamada Menorca.

María Dolores Velasco

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cierto! las casas nunca se encontraban cerradas, ni en Mahón ni en Montblanc porqué nadie había de mala fe por aquel entonces en las Islas o en los pueblos rurales. Las personas de nuestros días, nada tienen que ver con las de antaño. Porqué será?
No me extraña que el mar atrayera a la niña de Madrid.
Besos amiga, me encanta leerte.